Con el impresionante aval de haber sido jefe de cocina de El Bulli desde 1999 hasta 2007, Albert Raurich se inventa junto a su mujer -y somelier- Tamae, un local de doble apariencia que sorprende al más pintado.
La entrada, con el típico bar de toda la vida, de 'decoración' descuidada, ecléctica, casi kitsch, da paso a una sala interior elegante y minimalista, en la que la protagonista principal es una barra asiática de madera flanqueada por una veintena de taburetes altos, en los que sentarnos a degustar las pequeñas (en tamaño) obras de arte de la gastronomía oriental, perfeccionadas sin duda por el talento y el trabajo creativo aportado por el taller de experimentación de El Bulli.
Por supuesto, es esta barra nipona interior la que nos hará disfrutar del espectáculo de ver en directo el buen hacer de los cocineros -que serán los que nos servirán los platillos- y, por supuesto, de los 2 menús degustación (entre 45 y 65 euros) compuestos por una selección de su repertorio de sus aproximadamente 25 clases de tapas.
Entre las destacadas, las gyozas (empanadillas crujientes), los won-ton de cerdo y verduras, la ventresca de atún con arroz, las curiosas -y pequeñas- navajas al estilo thai -con lima, kéfir, curry y algas-, el hígado de rape -simplemente al vapor-, o incluso el pan chino relleno de cerdo asado.
Para beber, muy buena selección de sakes y cervezas, y más que digna de vinos, con una buena representación de agricultura biodinámica.
No es en absoluto barato, pero junto a Shunka y Koy Shunka se ha convertido en la mejor opción de gastronomía oriental de la ciudad.
Para CaviarBCN, uno de los locales más atractivos de la ciudad.
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