Laburg es, sin ir más lejos, la demostración viva -por muchos años, esperamos- de que una hamburguesería puede ser también una excelente opción para comer carne de calidad.
Eso sí, Laburg no es una hamburguesería al uso. Los principales culpables de ello, un acertado toque de parrilla y, sobre todo, sus carnes de buey de pura raza parda-alpina, originaria de Suiza y ahora también autóctona de León (Valles del Esla).
Tan merecido culto a la hamburguesa puede llevarnos sin miedo a la Gourmet (con foie a la plancha), la Ninja (con setas shitake y salsa japonesa), a una sabrosa Champion (champiñones, cebolla confitada y salsa de setas), o a la cremosidad de New York (con huevo poché y emmental), entre otras. Casi todas en los 10 euros, excepto la gourmet que llega a los 15.
Local más grande de lo que parece gracias a sus salas interiores, cálidamente decorado y, pese a la animosidad habitual de los comensales, suficientemente agradable para una buena charla entre amigos.
Las opciones complementarias -básicamente ensaladas y patatas en diversos formatos- no lucen como las burgers, pero aportan su granito de arena y algún pequeño detalle de originalidad, como la ensalada de remolacha o el toque de dátiles en la de queso de cabra.
Carta de postres muy funcional -aunque atención al pastel de zanahoria-, y selección de bebidas con margen de mejora.
Leer un artículo sobre el Restaurante LaBurg en Estocomo
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